La resiliencia escribe historias Por Mercedes Azcárate
LA RESILIENCIA ESCRIBE HISTORIAS
Narradores de nuestras propias vidas
Hay un libro que me recomendaron hace poco, y en
sus primeras líneas nos acerca estas palabras: “…la resiliencia tiene que ver con
metáforas, mitos, cuentos, o, mejor dicho, un conjunto de historias donde la
magia cotidiana está presente.” (Forés & Grané, 2008).
"Convertir la adversidad
en una historia que contar"
Me gusta pensar que lo mejor de la resiliencia es que convierte una adversidad en una historia que contar. Porque si vamos a una definición llana, la resiliencia es esa capacidad de atravesar las adversidades y salir de ellas fortalecidos. También podemos hilar más fino y pensar juntos de dónde viene esta capacidad. En realidad, viene de la física. Sí, acá les dejo la definición según esta ciencia.
La resiliencia está
definida por la física como la capacidad de un material para absorber
energía cuando se deforma elásticamente y liberarla al dejar de aplicarse la
fuerza, sin sufrir daños permanentes. Es decir, un material resiliente es
aquel que puede soportar esfuerzos y recuperar su forma original después
de ser sometido a tensión o deformación.
Y lo que más me gustó es que la palabra viene del
latín Resilire que significa “saltar hacia atrás” “replegarse”. Entonces la
base de la resiliencia sería algo así como atravesar las adversidades
replegándome (o saltando hacia atrás), como tomando impulso para volver a salir
igual o mejor.
"Tomar impulso
para seguir adelante"
Pero dejando a un lado las definiciones más o menos técnicas, lo importante son las historias de seres resilientes. La historia que les voy a contar es la de Camila.
Camila tuvo un hogar donde era muy querida, lo que
deseaba estaba a su alcance; la mimaban mucho. Uno de esos días en los que de
repente las cosas cambian y no sabemos por qué, su amada Cecilia, con quien
compartía tardes de tele y leche tibia, atardeceres en una linda terraza
citadina y tantas otras cosas, se fue. Camila no supo a donde, pero ya no
estaba. Enrique, su adorado Enrique, la tomó en brazos, esos que curaban
cualquier dolor. Juntos compartieron días y noches, largas caminatas, tostadas
por la mañana. Y la vida, que puede tener sus grandes desafíos, un día se llevó
a Enrique. Él no quería irse, pero tuvo que hacerlo. No pudo explicarle a dónde
ni por cuánto tiempo, pero ella sabía que no volvería a verlo. De hermosos
almohadones y comidas elegidas, Camila fue a parar a ese lugar que todo lo
tiene y nada nos da: la calle. ¿Qué pasó? Alguien decidió que no “podía” cuidar
de ella. Deambuló buscando un gesto, una cara, una forma de caminar que le
devolviera a su Cecilia o a su Enrique.
Con el cansancio encima, con heridas no solo físicas;
caminaba ya sin buscar. Un aroma llegó a ella, una imagen familiar. Después de
tres meses de muchos pasos la vio… ¿era? No…. ¡Sí! Ana había venido a sacar
cosas, a desarmar recuerdos. Camila corrió, sin dudar, sin detenerse. Llegó a
Ana y la miró. Nos miramos. Hoy Camila está con sus almohadones y sus comidas
preferidas, pero cambiada. No pide, agradece. Valora. Festeja su vida. Y sabe
que ese sufrimiento la fortaleció, porque ahora confía en su
capacidad de afrontar, vivir
el dolor y renacer.
Camila aprendió que la vida puede cambiar en un instante, pero también que siempre hay nuevas oportunidades. Su historia nos recuerda que, aunque las adversidades ponen a prueba nuestro material, también nos hacen más fuertes.
"La vida puede cambiar
en un instante,
pero despliega
nuevas oportunidades."
Quizás
todos, en algún momento, hemos sido Camila: perdidos, buscando un gesto
familiar. Pero la resiliencia nos enseña que, incluso después de la tormenta,
siempre podemos encontrar un nuevo hogar, una nueva oportunidad, una nueva
historia.
Resiliencia
no es solo resistir, sino aprender a confiar en que, aunque todo se derrumbe,
tenemos la capacidad de reconstruirnos, de encontrar sentido y de seguir
adelante.
Camila
es mi perra.
Las
mejores historias de resiliencia no siempre están escritas en libros ni vividas
por personas. A veces, se encuentran en unos ojos leales, en una cola que
vuelve a moverse, en una vida que, contra todo pronóstico, decide seguir. Camila me lo enseñó con cada mirada, con cada pequeño salto de
felicidad. Ella no solo sobrevivió: aprendió, confió y volvió a
amar. ¿No es eso lo que todos buscamos?
Forés,
A., & Grané, J. (2008). La resiliencia: Crecer desde la adversidad.
Plataforma Editorial. Barcelona.
Te invitamos a contarnos tus momentos resilientes.
¡Esperamos tus comentarios!
Me encanto! me sentí Camila. Grs!
ResponderEliminarGracias a vos por leernos!
EliminarHermoso! Contarnos historias de vida, de aprendizajes, de unos seres a otros seres <3
ResponderEliminarGracias por tu comentario! Totalmente, aprendemos de las experiencias.
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