ESTA EN TUS MANOS por Mercedes Azcárate

ESTA EN TUS MANOS. Es tu decisión

Hoy me acordé de una fábula que me llegó muy profundo por esta frase: "está en tus manos". 

Se las presento para reflexionar juntos acerca de  cómo decidimos. 

Hay momentos en la vida en los que uno desearía que alguien viniera con una respuesta clara. Una señal. Una certeza. Una brújula que señale el norte sin dudar. Nos encontramos en encrucijadas internas —emocionales, laborales, vinculares— y sentimos que no estamos preparados para elegir. Que nos falta algo. Que alguien más sabrá mejor.

Ese deseo profundo de que otro decida por nosotros no es nuevo. En algún lugar, todos llevamos dentro una parte que teme tomar decisiones importantes. Una parte que quisiera llevar su dilema a una especie de “sabio” —una figura externa, autorizada, que nos saque el peso de encima. Y que nos evite pasar la prueba o el desafío personal de ser nuestros propios guías.

La fábula



Una antigua fábula cuenta que dos chicas quisieron poner a prueba al sabio del pueblo. Una de ellas atrapó una mariposa y la escondió entre sus manos. La idea era simple: preguntarle al sabio si la mariposa estaba viva o muerta.
Si él decía que estaba viva, la aplastaría en silencio y se la mostraría sin vida.
Si él decía que estaba muerta, abriría las manos y la dejaría volar.
En cualquiera de los casos, demostrarían que el sabio se había equivocado.

Cuando llegaron y le hicieron la pregunta,  él respondió con tranquilidad:

—Está en tus manos.

Las chicas no supieron qué decir.
La respuesta no fue un intento de acertar, sino una verdad que cortaba más hondo: la decisión no estaba en él, sino en ellas.

En la vida

Esta escena simbólica ocurre todos los días en la vida de muchas personas. En conversaciones internas que parecen eternas. En parejas que preguntan si deben quedarse o irse. En mujeres y hombres que sienten el impulso de un cambio, pero lo disimulan esperando que algo o alguien decida por ellos.

Y entonces aparece la angustia, la espera. La sensación de estar atrapados entre lo que se quiere, lo que se debe, lo que se teme.

Pero la verdad, como el sabio, es sencilla y honesta: está en tus manos.

Podemos pedir guía, contención, herramientas. Pero hay decisiones que nadie puede tomar por nosotros. Ni un terapeuta, ni una amiga, ni la pareja, ni el trabajo, ni la familia. Solo uno mismo sabe lo que late adentro. Y solo cuando se empieza a confiar en esa voz interna es que se abre la puerta de la libertad emocional.

Yo aprendí

Durante muchos años, yo también tuve la tendencia a buscar la mirada de otros para decidir. A consultar, a esperar aprobación, a suponer que alguien más podía saber mejor qué era lo correcto.
Pero con el tiempo fui notando que, en realidad, lo que yo intuía, lo que sentía aunque fuera apenas una llamita tenue… era el camino que quería transitar.

Me pasó, por ejemplo, cuando ya llevaba diez materias de la carrera de Letras y apareció en mí la idea de cambiarme a otra carrera, que se relacionaba con la que hoy es mi profesión también (Counseling). La duda fue intensa. Y no lo hice. No porque no lo sintiera, sino por mandatos, por deber, por el “ya estás encaminada”.
Años más tarde entendí que esa llamita no se había apagado. Solo había quedado esperando. Y tuve que aprender a reconocerla y a confiar en ella.

Esa mariposa que uno sostiene entre las manos volará o será aplastada dependiendo solo de nosotros y de nuestro llamado interno.
Si preguntamos afuera: “¿Qué hago?”, “¿Qué harías vos?”, ya estamos caminando el camino de otro.

El rol del acompañamiento

Desde el Counseling —nuestro enfoque de trabajo— no ofrecemos respuestas ni consejos. Acompañamos procesos. Preguntamos. Escuchamos. Nombramos lo que aparece. Porque entendemos que cada persona tiene su propia brújula, aunque a veces esté tapada por capas de miedo, culpa, expectativa o ruido externo.

La transformación sucede cuando alguien se permite abrir las manos, mirar lo que hay ahí —aunque duela, aunque no sea lo que esperaba— y preguntarse qué quiere hacer con eso.

Cerrar los ojos o abrir las manos

Cada vez que evitamos mirar lo que sentimos con claridad, encerramos algo vivo. Y, con el tiempo, eso que no se dice, no se elige, no se nombra, se apaga.

No se trata de apresurarse ni de tomar decisiones impulsivas. Se trata de hacerse cargo de lo que sentimos. De asumir que la respuesta, aunque no la tengamos clara todavía, no va a venir desde afuera.

Hoy, tal vez, tengas algo entre las manos.
Una verdad que no estás diciendo.
Una decisión postergada.
Una incomodidad que insiste.
Un deseo que empuja.

La pregunta no es si la mariposa está viva o muerta.
La verdadera pregunta es:
¿Qué vas a hacer con eso que solo vos sabés que está ahí?


Antes de terminar, te propongo algo simple:

Cerrá los ojos un momento y preguntate, sin apuro:

¿Qué estoy sosteniendo hoy entre las manos?
¿Es una decisión? ¿Un deseo? ¿Un miedo?
¿Lo estoy dejando respirar… o lo tengo atrapado?

Y luego, escribí unas líneas comenzando con esta frase:
“Hoy, entre mis manos, tengo…”
Dejá que las palabras salgan sin corregir, sin juzgar.
A veces, una mariposa también puede ser una verdad que pide aire.






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