Del ruido al silencio. Por Mercedes Azcárate
Del ruido al silencio: mi mudanza emocional al campo y al mar
Ese llamado que crece
Viví muchos años en la ciudad. El ritmo acelerado, el cemento, los compromisos constantes eran parte de mi día a día. Pero había algo dentro mío que desde hacía tiempo pedía otra cosa. Un deseo profundo de volver a un lugar que no era del todo nuevo, pero sí esencial: Chapadmalal. No fue una decisión improvisada. Fue más bien una certeza que fue creciendo hasta volverse imposible de ignorar.
Lo que dejé atrás
Lo más difícil fue alejarme de mi familia, especialmente de mis padres. Siempre fui muy apegada a ellos y la distancia física, aunque no fuera enorme, se sintió grande en momentos importantes. Me dolió no estar más presente en su vejez, y también que no pudieran compartir tanto con mi hijo como me hubiera gustado. Esa sensación de lejanía emocional me acompañó durante un tiempo, como parte del precio que a veces tiene seguir un llamado interno.
El impacto del entorno
Vivir cerca del mar me conecta con algo muy profundo. Es una presencia que me acompaña sin invadir, que me escucha sin hablar. No sé de dónde viene esa sensación, pero es constante. Cada vez que necesito volver a mí, el mar está ahí. Caminar junto a la costa, sentir el viento, mirar el horizonte: todo eso me ancla, me devuelve a mi centro. Siento que acá, en Chapadmalal, estoy en mi lugar. Lo supe desde que era chica y pasaba los veranos acá, y lo confirmé cuando me mudé y les dije a mis amigos de siempre que ese sueño se había cumplido.
Aprendizajes emocionales
Este cambio de vida me transformó profundamente. Aprendí a valorar el proceso más que los resultados, a vivir con más calma, sin tanta urgencia. El ritmo de la ciudad me tenía acostumbrada a lo inmediato, a resolver, a correr. En cambio, acá aprendí a esperar, a escuchar, a estar. También trabajé mucho en mí. La conexión conmigo misma se volvió más clara, más honesta. Me reencontré con una forma de vivir más armónica, más pausada, más verdadera.
Habitar a nuestro modo
No sé si encontré un paraíso, pero sí encontré una forma distinta —y más mía— de habitar el mundo. Chapadmalal me ofreció mar, campo y silencio, pero sobre todo me ofreció la posibilidad de escucharme. A veces pienso que no fue una mudanza, sino un regreso. Un volver a casa, aunque haya tenido que construirla desde cero.
El llamado interno no siempre implica movimiento externo
Sé que no todos pueden o quieren mudarse al campo o al mar. Pero esta experiencia me enseñó algo que tal vez sí pueda compartirse: a veces necesitamos escuchar esa voz interna que nos pide otra forma de estar en el mundo. No siempre implica cambiar de lugar, pero sí detenernos, mirar hacia adentro y preguntarnos qué vida queremos habitar. Tal vez esa vida esté más cerca de lo simple, de lo lento, de lo verdadero. Tal vez esté más cerca de nosotros mismos de lo que pensamos.
Comentarios
Publicar un comentario
Hola , en breve nos contactamos !!