Cuando lo que siento no coincide con lo que sé. Por Mercedes Azcárate
Cuando lo que siento no coincide con lo que sé
Una pausa para separar emoción de certeza
Hay días en que algo se mueve por
dentro y lo tiñe todo. Podemos estar rodeados de cariño, con logros a la vista,
y sin embargo nos sentirnos fuera de lugar, inseguros o poco valiosos. A veces, ni
siquiera sabemos bien por qué. Solo aparece ese malestar sutil o ese nudo que
aprieta, y con él, una serie de pensamientos que nos hacen dudar de nosotros
mismos.
En otro artículo Ale se refirió a la importancia de ampliar nuestro vocabulario emocional. Porque no es lo mismo sentirse frustrado que decepcionado, ni es igual la tristeza que la melancolía. Cuanto más precisos somos al nombrar lo que sentimos, más fácil se vuelve expresarlo… y también que el otro lo comprenda. Podés leerlo acá.
Pero a veces, incluso cuando podemos nombrar una emoción, nos sigue doliendo, confundiendo o arrastrando a pensamientos que no tienen mucho que ver con la realidad. ¿Qué pasa ahí? ¿Qué hacemos con eso que sentimos, si ya sabemos que no es del todo cierto?
De eso quiero hablar hoy.
Como counselor, sé que no somos nuestras
emociones, o lo que sentimos en un momento dado ante determinada situación.
Pero como persona, también sé lo fácil que es olvidarlo.
Yo misma he atravesado momentos donde
el cuerpo me gritaba una cosa y la cabeza intentaba sostener otra. Recuerdo una
tarde en la que me sentí profundamente rechazada por un gesto mínimo. Una
mirada, un silencio, algo que me devolvió una sensación antigua: “no soy
suficiente”. Todo en mí quería retirarse. Aislarme, no molestar. Pero, por
suerte, algo dentro me pidió que me detuviera. Que no actuara desde esa emoción
sin antes preguntarme: ¿es esto verdad? ¿O es algo que siento, pero no
necesariamente es?
Acá va un ejercicio que uso mucho con
quienes acompaño, pero que también aplico conmigo misma cuando lo necesito. Es
simple pero poderoso.
Lo que siento vs. Lo que sé
Escribo dos columnas.
En una, dejo salir lo que estoy
sintiendo, sin filtro ni juicio.
En la otra, me respondo desde el lugar más amoroso, consciente y realista que
pueda habitar en ese momento.
No necesitas resolverlo todo, solo empezar a darte cuenta. Ese ya es un acto de
cuidado hacia vos mismo/a.
Así:
Este ejercicio no busca anular la
emoción, sino ponerla en contexto. Darle su lugar sin dejar que maneje el
volante.
Es una invitación a dialogar con uno
mismo con más claridad y compasión. A reconocer que nuestras emociones merecen
ser escuchadas, pero también cuestionadas con suavidad.
A veces, la emoción habla fuerte,
pero no siempre la interpretación que hacemos de la situación es tan real. La calma interior llega cuando aprendemos a
escuchar lo que sentimos… sin olvidar lo que sabemos.
Te invito a probar este ejercicio.
Tomate unos minutos,
escribí tus dos columnas: lo que siento y lo que sé.
Comentarios
Publicar un comentario
Hola , en breve nos contactamos !!